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I still write for one of the webs of my last job, you can read my last article here in Spanish.
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Exposiciones gratis IV
La televisión tomada por los artistas
Varios
Arts Santa Mònica, 14/10-2/12 de 2010
En esta ambiciosa muestra del centro Santa Mònica se recogían diferentes obras relacionadas con el mundo de la televisión. Fotografía, instalaciones, videoinstalaciones y videoarte se mezclaban en las diferentes secciones, que básicamente eran tres: una donde se explicaba en una instalación la evolución de la televisión, mezclando la historia del medio en España con la de uno de sus referentes, Estados Unidos; otra donde se exponían obras realizadas en talleres universitarios sobre arte y tecnología durante este año; y la tercera, la más grande, una retrospectiva que iba desde vídeos de Dalí o esculturas de Joseph Beuys hasta instalaciones de Nam June Paik o Wolf Vostell.
La primera parte explicaba la evolución televisiva mezclando la cronología española con la de Estados Unidos. Teniendo en cuenta que en nuestro país la tele empezó sus emisiones casi veinte años más tarde que en EEUU, los primeros años hacían referencia exclusivamente a la televisión norteamericana, y a partir de los sesenta se mezclaban los datos de ambas. Diferentes pantallas mostraban ejemplos de programación de los dos países, desde los inicios hasta la actualidad, como la primera sitcom mundial (I love Lucy) o los programas de la transición española.
La segunda era mucho más compleja, pues eran varias obras creadas para talleres interuniversitarios sobre Arte y Tecnología, sobre el tema “Relaciones entre arte y televisión en la era digital”, durante el año 2010.
Las universidades eran dos de Barcelona, una de Buenos Aires, otra de Lisboa y una de Colonia, y habían realizado su trabajo partiendo de dos premisas: el uso de la televisión en el arte como objeto, y la dimensión retórica de los contenidos producidos para televisión.
“Pantalla partida”, de la Universidade Lusófona de Lisboa, proponía una gran pantalla sobre la que se proyectaban diferentes rostros:
“Sistema a distancia de alerta temprana”, de la Facultad de Comunicación de Colonia, era quizás la más deslabazada, pues partía de la idea de Marshall Mac Luhan del arte y el artista como “sistema de alerta temprana”. Códigos de móviles, ADN de plantas y un robot que recitaba esta teoría en alemán se mezclaban entre sí.
Los trabajos catalanes, realizados en dos masters de la UPF, el de Animación y el de Artes Digitales, se llamaban “Telepresentadora” y “Texas Border”.
“Telepresentadora” puede consultarse aquí:
y “Texas Border” aquí:
Realmente interesantes, no podían competir con la espectacularidad del trabajo de la UNTREF de Buenos Aires, “Bestiario”
Ésta era la obra que destacaba ampliamente sobre las demás, por su sofisticación técnica. Por un lado, mini pantallas unidas por tubos catódicos donde veíamos imágenes de dentaduras; por el otro, pequeños robots que se movían y que proyectaban imágenes del interior del cuerpo humano. Estaba muy mal colocada, pues entre los primeros artefactos y los robots se encontraba la pantalla portuguesa, contribuyendo al despiste y a que no pudieras hacerte una idea clara de cómo era la obra en su totalidad.
La tercera parte de la exposición era la más amplia. Junto a las otras dos, en el primer piso del Arts Santa Mònica, podíamos ver en tres pantallas la “exposición de cintas de un solo canal”, una selección de diferentes vídeos de artistas desde los años sesenta hasta la actualidad. La pantalla A y la pantalla B se encontraban en diferentes salas y mostraban piezas de artistas como Nam June Paik, Dalí, Bill Viola, Warhol o Alexander Kluge. Se trataba de proyecciones en sinfín, con lo cual era imposible acceder a alguna que nos interesase más que las demás, pues había obras, como la de Kluge o las de Paik, que duraban más de 20 minutos. Un completo error desde mi punto de vista, puesto que de esta manera era imposible ver una de las piezas enteras, a no ser que tuviésemos la suerte de coincidir con una de las más breves, o que dispusiéramos de dos horas para ver el sinfín de cada pantalla completo.
En la otra pantalla, titulada “Vídeo a la carta”, sí que podíamos escoger entre obras de diversos videoartistas españoles, como Antoni Muntadas o Carles Congost, y ver una o varias.
Entre las pantallas A y B, encontrábamos obra fotográfica
La planta calle del museo era la que albergaba las instalaciones multimedia, catorce en total, que eran la parte más llamativa de la exposición. Mucho mejor colocadas que las del piso superior, cada una poseía su espacio y se podían apreciar en su totalidad.
Había varias que resultaban muy interesantes:
Zapping Zone (Propuesta para una televisión imaginaria), realizada en 1990 por el director de cine francés Chris Marker, constaba de diferentes pantallas de televisión (de tubo) y varios ordenadores (Mac de última generación en el 90) que proyectaban diferentes obras del autor. Colocadas en una sala especial, suponían un reto para el espectador que se molestase en intentar descifrar lo que se proyectaba en cada una. Extractos de sus películas se mezclaban con collages, y videojuegos por ordenador (realmente curiosos pues ahora resultan completamente retro) y con piezas sobre Berlín y el dictador rumano Ceaucescu realizadas por Marker en ese año. Completaban la sala fotomontajes y cajas de luz con fotogramas.
Del alemán Wolf Vostell podían verse dos obras, Die Winde de 1981 y Radar Alarm, de 1969.
En Die Winde (Los vientos), un mercedes de los años sesenta se había “tuneado” para contener 21 pantallas de televisión. Estaba colocado sobre un lecho de carbón. Dentro del coche, en el salpicadero, una cámara filmaba a los visitantes, que podían verse. En el resto de las pantallas se proyectaba programación televisiva actual. En la parte trasera del coche, un maniquí yacía en el suelo, también con una televisión.
Radar Alarm consistía en una bicicleta con un pequeño monitor sobre el portabultos, y con un juego de alarmas conectado, que los visitantes podían accionar mediante los pedales para que sonaran.
Una instalación que parecía sacada de Brazil (la película de Terry Gilliam, 1985) era la de Vito Acconci, Virtual Intelligence Mask (Máscara de inteligencia virtual), una careta de esgrima con tres televisores a la altura de los ojos y una radio a la altura de la boca. El televisor más grande era de cara al exterior y los dos pequeños hacia adentro, quedaban a la altura de los ojos, y mostraban el campo visual de delante de la careta.
Las dos obras de Nam June Paik se trataban de dos intervenciones sobre dos televisores. En Magnet TV (Televisión magnética), un imán sobre la tele permitía distorsionar la imagen de la pantalla según dónde lo colocara el espectador.
Y en TV Experiment dos micrófonos conectados a un televisor permitían, al acercarnos y hablar o cantar en ellos, modificar las ondas que mostraba la pantalla.
Para terminar, 24hrs Real Time Museum Program (24 horas de programa de museo en tiempo real) era una instalación creada especialmente por el museo para la exposición. Diez videocámaras colocadas por el centro de arte y dos que estaban en dos casas particulares mostraban sus imágenes en una pequeña sala con varios monitores. Realizaban un programa televisivo de emisión continua en streaming para internet durante las 24 horas del día. Un perfecto gran hermano del museo y sus exposiciones, que sorprendía a los visitantes, especialmente a los que íbamos realizando fotografías (puesto que estaba prohibido, de ahí la poca calidad de las imágenes que muestro). Cualquiera podía sentarse y contemplar lo que mostraban los monitores, incluida la misma sala donde estaba la instalación.
“La televisión tomada por los artistas” era una muestra realmente amplia y con obras muy interesantes, pero que a mi juicio tenía varias pegas. Una de ellas era la inclusión de los trabajos universitarios y su colocación, que debió pensarse con más cuidado, pues realmente no se apreciaban en toda su dimensión. Los videoartes que podían verse, realmente de autores “clásicos” de esta disciplina, estaban aún peor mostrados, como ya he explicado antes, no sé si por considerarlos un mero complemento o porque realmente se buscaba que el visitante sólo pudiera ver algún fragmento de estas obras.
La sala de la cronología estaba bien, pero podría haberse centrado en la televisión en España, sin necesidad de establecer comparaciones. Los referentes americanos ya los tenemos “de serie” como espectadores habituales de televisión. Y las piezas que se mostraban podían tener un cierto interés, pero creo que eran demasiado largas y muy obvias, además de por supuesto completamente centradas en Cataluña.
Si a todo esto le unimos la mala indización de las obras (cosas tan básicas como los nombres de las obras junto a ellas) y una cantidad enorme de folletos explicativos para cada parte de la exposición, el resultado era una muestra un tanto inabarcable y bastante caótica. Una lástima teniendo en cuenta que era un tema interesante y que había obras realmente buenas, que a pesar de todo lograban salvar la exposición.
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